Hola a todos y bienvenidos a un nuevo artículo. Esta vez os traigo mis impresiones de un viaje que me queda relativamente lejos, el viaje a Corea del Sur y Japón que realicé el pasado mes de enero de 2019. Fue un viaje de un mes, distribuido entre Seúl, Busán y Fukuoka. En lo que concierne a Seúl, ya la había visitado hace dos años, y fue más que mágico volver, esta vez en invierno. Pude también conocer Busán, una ciudad que tenía muchas ganas de conocer. Además, pasar diez días en Fukuoka me sirvió para ver realmente cómo es la vida en una de las ciudades más grandes y a la vez menos conocidas de Japón.
La concepción que tuve tanto de Japón como de Corea del Sur en invierno fue completamente distinta a la que tuve cuando fui en verano de 2017. La realidad se palpa mucho más de cerca, ya sea a través de las paradas de comida callejera coreana en las que resguardarse, o bien en el hecho de visitar el país mientras todos trabajan. Pude además, aunque brevemente, visitar la capital de China, Pekín, puesto que hice escala en ella. No necesité ningún tipo de visado ya que pedí el de tránsito en el aeropuerto, que te da hasta 144 horas de libertad en las provincias de Hebei y Tianjin. Ya contextualizados, ¡Es hora de comenzar!
1. En Pekín empezó todo. Helado de frío, cegado por el sol, y sorprendido por la increíblemente numerosa presencia policial, comienzo mi viaje con una escala en Pekín de un día entero. Nunca pensé que Pekín me decepcionaría tanto. Supongo que todo esto fue debido a las pocas horas de sueño que llevaba y al color gris propio de una mañana de enero. Volveré, de eso no tengo ninguna duda, porque Pekín me ha dejado una espina clavada.
2. El mercado de Noryangjing. Este es mi lugar favorito de Seúl. Uno no puede decir que ha visitado Corea del Sur si no ha estado en un mercado de pescado. Nunca me hubiese imaginado que un país tan moderno como Corea del Sur tendría un lado tan exótico en lo que a gastronomía se refiere. La ética en lo que a trato del pescado concierne, se la pasan por el forro en Corea.
3. Mercado en el centro de Busán. Esta es una de las ciudades más peculiares que he visitado, puesto que está esparcida por un territorio gigantesco y eso la hace bastante difícil de visitar con comodidad. Es una ciudad costera y montañosa. Eso la dota de una identidad muy característica.
4. Un callejón humilde en Busán. Porque Corea del Sur también tiene una parte humilde, y es mucho más grande de lo que se cree. Un país que se suele vender como uno de los más exitosos y ricos del globo terráqueo también tiene lugar para el llamado fracaso. Hay mucha gente que se ve abocada al darwinismo social de un país tan elitista y en dónde la pobreza se ve con muy malos ojos.
5. Los contrastes de Busán. Las casas de colores contrastan con los infinitos bloques de pisos de las urbes en constante crecimiento como Busán. Ver tantos edificios altos al lado del mar siempre me ha parecido triste, sobre todo en invierno, pero al final te acabas acostumbrando.
6. Corea del Sur y su amor por el Capitán América. Curiosa metáfora de la vida real, en la que Corea del Sur es uno de los mayores aliados de EEUU a nivel mundial, al igual que China lo es de Corea del Norte. La influencia estadounidense se palpa muchísimo en Corea del Sur, es algo inevitable, pero la identidad coreana se sigue palpando, puesto que es mucho más antigua que una alianza de 75 años.
7. Bibimbap. Uno de los platos más conocidos de la gastronomía coreana, en el que no puede faltar el kimchee como acompañante, como en casi cada una de las comidas. Arroz, verdura, carne y pescado son los pilares de la comida coreana. Otra de las curiosidades es el uso de los palillos de hierro, sí, habéis leído bien, son una característica endémica de Corea, ya que en ningún otro país asiático está tan extendido el uso de palillos metálicos, que por cierto, son bastante incómodos de usar.
8. Comer fuera es algo muy extendido en Corea. Si vas con un presupuesto ajustado en lo que a comida se refiere, Corea puede ser un enemigo bastante grande. Si vas con la idea de comprar comida para cocinarla en tu hostel o albergue, te vas a llevar una bofetada de las buenas, porque la realidad es que ir a comer fuera muchas veces sale incluso más barato que hacértelo tú mismo. La comida de supermercado puede ser muy cara en Corea, por mucho que haya cadenas de hipermercados como Lotte Mart, que te lo ofrecen un poquitín más barato.
9. Comer con presupuesto ajustado es posible. Eso sí, la mayoría de las veces acabarás comiendo noodles preparados del Seven Eleven, CU o GS25. Las tiendas de conveniencia son de lo más comunes en Corea, y están en cada calle. El precio de las cosas en ellas es de un 20% mayor que el precio de lo que valen en un supermercado grande. La ventaja es que están abiertas las 24 horas del día.
10. Samgyeopsal, una comida que vuelve locos a los coreanos. Como habréis visto, ser vegetariano en Corea es una tarea casi imposible, ya que hay tradiciones gastronómicas muy ligadas a productos cárnicos, como el hecho de comer samgyeopsal como ocasión especial una vez cada uno o dos meses (me invitaron unos amigos y les costó como 50 euros). Este cartel indica que este establecimiento sirve samgyeopsal. También se conoce como barbacoa coreana.
11. Taegeukgi. La bandera coreana tiene un significado muy espiritual, ligado a antiguas tradiciones espirituales coreanas. El azul y el rojo representan el ying y el yang, mientras que los símbolos de cada extremo representan los cuatro elementos: el fuego, la tierra, el agua y el cielo. Tuve la oportunidad de conocer a unos espiritualistas coreanos que me enseñaron su filosofía budista. El dilema está cuando no sabes si realmente te estás metiendo en una secta.
12. Encontrar restaurantes sin peceras es difícil. El pescado gusta mucho a los coreanos, sobre todo cuando está fresco. Esto implica que media hora antes de haberlo comido este estaba vivo. Hay muchos restaurantes que venden pescado fresco de verdad, mientras que hay alguno que tiene las peceras llenas de pescado muerto boca abajo. Puede resultar hasta impactante.
13. Colores. Una sociedad tan elitista y superficial que muchas veces se maquilla bajo cosas cuquis. Los coreanos aman el diseño inspirado en las cosas ”monas”. No es de extrañar el hecho de encontrarte murales o mascotas adorables en lugares turísticos o incluso en medio de calles como esta.
14. En ferry hacia Fukuoka, Japón. Hay diferentes ferrys que hacen el recorrido Busán – Fukuoka. Este de aquí es el Beetle, que cruza el estrecho en tres horas, haciendo una breve parada en la Isla de Tsushima. Existen otras opciones, ferrys más grandes y con más infraestructura, pero tardan el doble, debido a que no son tan veloces como el Beetle.
15. La bandera japonesa junto con el puente de Busán. Así me despedía de Busán, una ciudad que me trajo sensaciones encontradas. Me gustó su autenticidad. La tara que le pondría es que es una ciudad bastante extensa. Los lugares de interés se tienen que alcanzar con metro sí o sí, a no ser que te pegues la caminata del siglo.
16. Sento en Fukuoka. Estos lugares son el ejemplo de cotidianeidad más grande que vas a encontrar en Japón. Baños públicos de agua precalentada en los que puedes socializar con los locales en pelotas. Así como lo leéis.
17. Las máquinas expendedoras. Nunca hubiera imaginado que una máquina de estas sería uno de los símbolos de un país. Estas máquinas están en todos lados, al igual que…
18. …las tiendas de conveniencia. Japón sin ellas no sería como lo conocemos. Lawson, Family Mart y Seven Eleven son las más populares. En ellas encontrarás de todo, desde cómics hasta bolas de arroz o mascarillas al más puro estilo del japonés resfriado.
19. Hakata Gion Yamakasa: la tradición de los matsuri. Una de las prácticas más ligadas a la tradición japonesa del sintoismo son los matsuri. Estos significan para los japoneses lo que para nosotros son las fiestas patronales de nuestros pueblos y ciudades. Durante los matsuri se realizan desfiles entre los que se pasean altares gigantescos como el que veis en la foto, que está expuesto en las galerías centrales de Fukuoka.
20. Salones de pachinko. Una de las drogas legales más extendidas del planeta, el juego. Viajando lo he podido ver de mil formas y maneras distintas. En Japón llega incluso a ser algo cultural y todo, que a veces se intenta vender al turista. No se puede olvidar el aturdidor ruido de las máquinas de juego ni el olor a tabaco que hay en el interior los salones de pachinko.
21. Publicidad a la antigua usanza. Me quedé alucinado cuando vi estos carteles. Fui al Aeropuerto de Fukuoka para hacer un poco de ”plane spotting” y me gustó mucho lo que vi. Era un aeropuerto de esos regionales japoneses, lleno de vuelos de All Nippon Airways hacia otros destinos de Japón, nada que ver con Narita, Haneda o Kansai. A la salida del aeropuerto te topas con estos carteles tan característicos que te hacen pensar en los efervescentes años 90.
22. Ema. Estas preciosas tablillas de madera las encontrarás en todos los templos sintoistas, colgadas en multitud. En ellas la gente escribe sus deseos, con la finalidad de conseguir que se cumplan. Dependiendo de a lo que esté dedicado el templo las encontrarás con un motivo u otro dibujados.
23. Puntualidad como orden del día. Las estaciones de tren japonesas proyectan con gran exactitud lo que es Japón en sí. Trenes extremadamente puntuales, personal dedicado exhaustivamente al funcionamiento de la estación, patrones dibujados en el suelo indicando las direcciones o instrucciones a tomar, una tecnología eficiente en lo que a compra de billetes se refiere…
24. Estación de Tosu, en la prefectura de Saga. ¡Fijaos en la dimensión de este párquing de bicicletas! Poca broma que Japón es uno de los países en donde el uso de las bicicletas está más extendido.
25. Gasolinera abandonada en la frontera prefectural entre Fukuoka y Saga. Me gustan los sitios abandonados. Las gasolineras me encantan ya de por sí, son lugares de tránsito pero que te transmiten muchísimas cosas.
26. El urbanismo convive con lo tradicional. Una de las razones por las que me gusta tanto Japón es precisamente por su detallismo. No es poco usual encontrarse símbolos de este tipo por las calles.
27. País a prueba de tontos. Cierto es que hay que prevenir a los chavales, pero teniendo en cuenta que había una valla y que el estanque medía menos que un niño de 5 años… En Japón todo está explicado, hasta los retretes tienen instrucciones.
28. Propaganda política. Resulta curioso, la verdad, que en un país como Japón exista la corrupción. Al fin y al cabo somos todos humanos.
29. Metro de Fukuoka. La cotidianeidad, la hora punta, el uniformismo, la alienación en su máximo exponente.
30. Manga. No soy muy friki, pero me encanta que se vendan en los supermercados de conveniencia como si fuera algo de primera necesidad. Símbolo inequívoco de la implicación cultural que tiene el manga en Japón.
31. De vuelta a Corea. La torre del puerto de Hakata contrastando con los abrigos de cuerpo entero que tan populares son entre la sociedad juvenil coreana.
32. La Zona Desmilitarizada, mi última parada en Corea. Poder venir aquí otra vez fue un placer. La geopolítica en estado puro. Dos naciones que se oponen a más no poder pero que hablan el mismo idioma.
33. Un sueño hecho realidad. En 2017 estuve justo en el mismo lugar, el Observatorio de Dora, pero las condiciones meteorológicas daban asco, había una niebla que hacía imposible ver cualquier cosa. Lloré de la impotencia, pero me juré volver, y esta es la forma de sacarme la espinilla, una foto del mástil gigante de una bandera norcoreana, que se opone a uno idéntico pero con el taegeukgi, situado a dos quilómetros de distancia.