¡Hola de nuevo! En el artículo de hoy voy a hablar de una ciudad de Bélgica, un país que apenas he tratado en este blog y que, a mi parecer, es un país muy curioso, a la par que mal aprendido. Luego os explico el porqué. La ciudad de la que hablaré es Bastoña (Bastogne, en francés), que quizás ya conozcáis si sois aficionados a la historia de la Segunda Guerra Mundial. Es una ciudad que tenía al alcance, ya que en julio visitamos el Gran Ducado de Luxemburgo, una experiencia que podéis ver reflejada en este artículo sobre los 12 imperdibles de Luxemburgo. Antes de ir al grano, como no podría ser de otra manera, contextualizamos un poquito.
¿DÓNDE ENCONTRAMOS BASTOÑA?
Bastoña se encuentra en el este de Bélgica, en la Región Valona (francófona), concretamente en la provincia de Luxemburgo, cuya capital es Arlon, la más pequeña de las capitales de provincia belgas.
COMO CURIOSIDAD… La región de Luxemburgo de Bélgica pertenecía íntegramente al Gran Ducado antes de 1830, año del nacimiento de Bélgica. Un poco cachondos llamándola Luxemburgo, quizás.
Antes os decía que Bélgica está mal aprendida. Cuando nos enseñan Bélgica no nos la presentan como lo que realmente es: una nación dividida lingüísticamente. El flamenco, el francés y el alemán son las lenguas oficiales del país. La capital, Bruselas, es considerado un lugar mixto, aunque a mi parecer predomina el uso del francés. La división en Bélgica es además algo cultural, no solamente en referencia a la lengua. El porvenir de la integridad del país no está muy claro, pero ahí sigue.
¿POR QUÉ BASTOÑA?
Como muchos sabréis, Europa Occidental fue un campo de batalla durante la Segunda Guerra Mundial, entre aliados (EEUU, Gran Bretaña, Canadá y demás…) y eje (Alemania y satélites). En el norte de Francia y la zona de las Ardenas (en la que encontramos Bastoña), se libraron unos combates muy duros.
Bastoña se hizo famosa por el terrible asedio alemán que en ella tuvo lugar. A finales de diciembre de 1944, cuando se pensaba que el final de la guerra estaba al caer, los alemanes realizaron una gigantesca contraofensiva que pretendía hacerse con el control de Amberes, un episodio de la guerra que se conoce como la Batalla de las Ardenas. Justamente, en el área de las Ardenas, encontramos una de las ciudades más estratégicas: Bastoña, situada justo en la convergencia de las siete carreteras de mayor importancia regional, de ahí que fuera objeto de las intenciones alemanas.
La ciudad, en posesión de los aliados, fue objeto de continuos ataques alemanes durante una semana, llegando a estar completamente cercada y sitiada por estos. Los teutones apelaron a una rendición al capitán McAuliffe, a lo que este se negó utilizando la famosa expresión ”Nuts!”, una americanada más propia de Holywood que de la vida real. Los aliados sobrevivieron cercados en Bastoña durante una semana, hasta que fueron liberados por el General Patton, que consiguió permear entre territorio alemán y reencontrarse con las unidades aliadas.
BASTOÑA HOY
Siempre me resulta curioso el poder contemplar una ciudad que fue asolada por la guerra o bien epicentro de una gran batalla, aunque fuera muchos años atrás. Hoy en día, Bastoña es una ciudad que construye su identidad a partir del asedio que tuvo lugar, erigiendo grandes memoriales, museos y siendo objeto del llamado turismo de guerra. Según pude ver, a raíz del asedio, se ha creado una cierta fraternidad entre estadounidenses y belgas, con cierto paternalismo por parte de los estadounidenses, que tienen un máster en ello.
Bastoña, más allá de todo lo apasionante que tiene en referencia a la batalla (recordemos que en la misma plaza central hay un tanque Sherman), me pareció otra de esas ciudades provincianas valonas, con su antiestética arquitectura y con gente tomando cervezas trapenses en sus plazas. Recordemos que es una ciudad de 50.000 habitantes.
No olvidéis visitar el Memorial de Mardasson, junto al Bastogne War Museum. El memorial es una edificación en forma de estrella imperialista estadounidense, en el que se pueden ver escritos los nombres de los 50 estados del país, además de una pequeña historia de la Batalla de las Ardenas en diferentes párrafos. Visitar el memorial es como teletransportarse a uno de los muchos que hay en Washington DC, del mismo tipo arquitectónico.
Aquí os dejo con algunas fotos del medio día que estuvimos visitando Bastoña, una visita que realmente recomiendo, especialmente si sois unos apasionados de la Segunda Guerra Mundial. Es una buena forma de ver cómo se trata el tema de la guerra desde una perspectiva belga.
La primera vez en mi vida que veo un Sherman. Nunca hubiera imaginado que sería en forma de mobiliario público. Tachado de la lista junto a los T-34 soviéticos.
Bélgica, la monarquía que ha sobrevivido durante dos siglos con dos tipos de población completamente distintos. Una bandera que quizás representa en mayor medida a los francófonos.
Voie de la liberté (carretera de la libertad). Itinerario que recuerda el avance aliado, siguiendo una ruta marcada por diferentes hitos como este, desde Utah Beach (Normandía, Francia) hasta la misma Bastoña.
La señalización de las carreteras belgas es un tanto antiestética, pero me gusta.
Alaska y Hawaii… Qué lejos quedan de Bastoña. Imaginaos qué espíritu para venir de una región tan lejana a luchar en los fríos bosques belgas, o quizás qué poderoso el discurso propagandístico de la época.
Memorial de Mardasson, replicando la forma de una de las cincuenta estrellas de la bandera estadounidense.
Ayuntamiento de Bastoña. Contínuas referencias a la Batalla de las Ardenas alrededor de la ciudad. En este caso, aprovechando el tirón del Black Lives Matter para dar voz a los soldados negros que dieron su vida en las Ardenas.
Catedral de Saint-Pierre. Recordemos que Bélgica es católica. Sin embargo, cada vez hay menos practicantes, una tendencia muy al alza en Europa Occidental.
Monumento de recuerdo a los aliados junto a la iglesia. Recordemos que el cristianismo era la religión predominante entre los que luchaban en el bando aliado, siendo muchos descendientes de italianos o irlandeses, por lo que eran católicos.
Café des Sports. La cerveza es una bebida muy popular en Bélgica, además de deportes como el fútbol.
Y bueno chicos, hasta aquí mi primer artículo sobre Bélgica, un país que he visitado en tres ocasiones pero del que no he hablado mucho por aquí, dada mi tendencia a priorizar destinos más impopulares. Nos vemos en el próximo artículo, en el que hablaré más en profundidad de mi visita a Jerusalén y Tel Aviv, algo de lo que tengo muchas ganas.
¡Hasta pronto! ¡Muchas gracias por leerme! 😉